Poema: El Milagro de Amado Nervo

el sol en el horizonte del mar
¡Señor, yo te bendigo, porque tengo esperanza!
Muy pronto mis tinieblas se enjoyarán de luz.
Hay un presentimiento de sol en lontananza;
¡me punzan mucho menos los clavos de mi cruz!

Mi frente, ayer marchita y oscura, se levanta
hoy aguardando el místico beso del ideal.
Mi corazón es nido celeste donde canta
el ruiseñor de Alfeo cu canción de cristal.

Dudé -¿por qué negarlo?-, y en las olas me hundía,
como Pedro, a medida que más hondo dudé.
Pero Tú me tendiste la diestra, y sonreía
tu boca murmurando; «¡Hombre de poca fe»!

¡Qué mengua! Desconfiaba de ti, como si fuese
algo imposible al alma que espera en el Señor;
como si quien demanda luz y amor no pudiese
recibirlos del Padre, fuente de luz y amor.

Mas hoy, Señor, me humillo, y en sus crisoles fragua
una fe de diamante mi excelsa voluntad.
La arena me dio flores, la roca me dio agua,
me dio el simún frescura y el tiempo eternidad.
 

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